Escrito en el encierro: reflexiones en pantuflas de una burguesa privilegiada
Prof. Paula Storni
/Cátedras Cultura y Comunicación e Historia de la Comunicación/
“El saber anticipado, el conocimiento a priori, las certezas, producen una narcosis que nos van anestesiando y hacen que descansemos en algo que va precipitándose en sentido común”
Alexandra Kohan
Seguridad ontológica, le llama Anthony Giddens: estado o sentir propio del ser humano moderno que describe el sentimiento de tranquilidad, confianza y estabilidad que experimentamos bajo el supuesto de que existe cierta predictibilidad de que las cosas de este mundo son de una manera, lo cual las hace más o menos anticipables y fiables, el “taken for granted” del que habla Bourdieu. Existen diferentes tipos de situaciones a lo largo de la historia y en la vida cotidiana que producen la pérdida de este sentimiento, la cual lleva a una situación crítica. Esta categoría, como tantas otras producidas desde las ciencias sociales, resultan operativas para pensar/nos en este contexto actual que ha puesto en suspenso muchas de las certezas para la acción social, haciendo tambalear nuestro mundo de vida.
En el contexto de aislamiento social que hoy vivimos, la crisis se manifiesta en distintos niveles y vamos atravesando distintas etapas, con momentos de mayor o menor comprensión, que se traducen en variadas reacciones cuyo denominador común es la producción continua de interrogantes acerca de las consecuencias o los efectos que tendrá esta nueva realidad, inesperada para muchos. El problema, creo, no está en las preguntas que nos hacemos lo que, por el contrario, resulta altamente positivo como ejercicio de reflexión en cuanto posibilita que el tan ansiado pensamiento crítico se apropie de nosotros haciéndonos “exotizar lo natural” (me pregunto cuánto tiempo nos llevará naturalizar, en el sentido de comprender, lo exótico, la novedad, aquello que desconocemos), es decir, provocando que aquello que estaba hecho cuerpo en nuestras existencias se transforme en una extrañeza, sacando afuera u objetivando aquellas verdades o certezas que se han hecho carne en nuestra experiencia. Ahora bien, resulta claro y hasta obvio que gran parte de esos parámetros en los que vivíamos y aun vivimos, responden a un modelo despiadado y aparentemente democrático: el de las sociedades capitalistas neoliberales. Todas nuestras prácticas, hasta las más banales y cotidianas están atravesadas por esta matriz cultural. En esta breve y rápida reflexión, quiero compartir con ustedes algunas consideraciones que no tienen como fin cerrar ningún interrogante sino, por el contrario, seguir abriendo preguntas que pueden ser profundizadas en el diario acontecer de nuestro encierro, tanto a través de la lectura como de la producción de ideas y conocimiento
a- Tiempo y espacio
Un gran porcentaje de nuestro desconcierto se traduce hoy en tener gran parte de nuestro tiempo disponible, al menos en lo que se refiere al modo de organizar las nuevas rutinizaciones. El desafío de construir la agenda propia para organizar nuestras tareas, a muchos puede resultarles una tarea tediosa, acostumbrados a ejercer y vivir un tiempo marcado por otros, y no el sentimiento liberador de esta relativa autonomía. Sin embargo, esta aparente libertad, se topa con un límite en el plano de lo espacial, en nombre de una responsabilidad que es propia e individual pero sobre todo colectiva. Aquí nuestra autonomía se ve más cercenada.
Acostumbrados a vivir de agendas que marcan y regulan no sólo los tiempos y ritmos de los cuerpos, sino la constante movilidad en el espacio: ir a trabajar, visitar al médico, hacer una caminata, ir al gymnasio, tomar un cafecito, leer, armar y dar clases, etc., pareciera que construir la nueva rutina resulta una tarea más fácil en cuanto a lo temporal. Pero no tenemos espacios más que los de la vida privada para elegir (a diferencia de otros muchos) y este encierro se convierte para muchos en una cárcel, una caverna, un pozo. Sin embargo, muchos de nosotros hemos descubierto nuevos modos de habitar esos espacios que parecían tan conocidos, descubriendo nuevos rincones o nuevos usos para viejos lugares.
En mi caso, nuestra casa se ha hecho más grande bajo el descubrimiento de un Nuevo Mundo. Se ha agrandado el espacio vital. Entonces pensamos en cómo habitarlo dejando las huellas que antes rápidamente se borraban con los tiempos urgentes y acelerados del Antiguo Mundo.
Todo el tiempo, el Otro Tiempo, se ha suspendido.
No sin sorpresa he descubierto que mi agenda era un mapa más que un reloj. Por eso está vacía. Convertirla en palabras pues, será la solución. Habitarla. Crear otros espacios dentro del espacio, podrá salvarnos o al menos, ayudarnos a construir nuevas seguridades aunque sean éstas transitorias.
b- Cuerpos sanos (de virus) / mentes, ¿enfermas?
El capitalismo en sus distintas fases, pero especialmente el neoliberalismo con sus efectos en todo nuestro mundo de vida, ha generado, entre otros males, un despiadado control de los cuerpos y las subjetividades de los seres humanos, en distintos planos. En el campo laboral, por ejemplo, a través de un sistema tan organizado y, lamentablemente, naturalizado en los modos de ejercer la dominación, nos hemos acostumbrado a 'dar todo' en nuestras ocupaciones, intentar 'ser los mejores' y no descuidar nuestra "formación continua" en nombre de la "riesgosa y despiadada competencia", etc. Hemos asumido estas obligaciones, que aún suenan muy bien en nuestros oídos eficientistas, como un deber de todo aquel que se jacte de ser un 'trabajador responsable'. En ese intento de cumplir con los deberes del sistema, algunos cuerpos o algunas mentes han sucumbido ante las presiones.
Algunos de los “males” psicológicos de época han sido, justamente, resultado de estos mandatos. Ataque de ansiedad, ataque de pánico, déficit atencional, stress laboral, etc. Se han creado diagnósticos con síntomas muy poco claros o demasiado generales para estas nuevas patologías: falta de aire, miedo, mareos, taquicardia, temblores, etc.
En estos días de encierro y pandemia he escuchado y leído en medios y redes sociales anuncios de los que podrían llegar a ser los nuevos males sicológicos en este contexto de aislamiento obligatorio. Es decir, a días de haber comenzado con algo de lo que aún no teníamos experiencia, los diagnósticos certeros acerca de lo que podría ocurrirnos se hacían escuchar en boca de los profesionales consultados.
Vuelve aquí la pregunta que ya venía haciéndome acerca de si los médicos son los que “enferman a los enfermos”. Es decir, si estos profesionales de la salud son los que emiten, en primer lugar, la categoría de enfermo y nos ubican dentro de ella con algunos de los diagnósticos construidos, asumiendo de nuestra parte esa caracterización y sus efectos con total confianza en el saber de aquel que sabe. Los sistemas, en última instancia, ¿crean también las enfermedades? No me estoy refiriendo aquí a los virus, claro. Ya tenemos larga lista de hipótesis conspirativas que de uno u otro modo se asocian con la lógica del neoliberalismo. Lo que señalo es que del mismo modo que se afirma que hoy las maneras de educar y aprender no serán las mismas (en realidad la afirmación es bastante obvia pues han dejado de ser las mismas hace ya tiempo), se pronostican cuáles serán las transformaciones que sufrirán nuestras mentes “afectadas” por este aislamiento. Estos diagnósticos precipitados parten también de la lógica misma de un sistema de salud que, en su versión neoliberal, asume una perspectiva individualista y psicologizada de los males de la salud mental. Basta realizar una búsqueda rápida en google de los términos “aislamiento social y salud” para descubrir con poco asombro que ambos se encuentran asociados en gran número de titulares con los males que sobrevendrán como efecto del encierro en los hogares. Tal vez la clave está en no patologizar una situación que, aún hoy, es nueva. Porque, al fin y al cabo, las víctimas de los diagnósticos somos nosotros.
c-Saber/no saber
Otro de los pilares sobre los que se erigen nuestras seguridades es el saber, no entendido como conocimiento académico o enciclopédico necesariamente, sino como posibilidad de dar respuesta a un interrogante o un problema. Ese saber es el que sostiene toda la estructura de nuestras prácticas porque estamos acostumbrados a buscar (y obligatoriamente encontrar) respuestas y explicaciones ante todo elemento que resulte novedoso y represente una amenaza ante la posibilidad de la respuesta. Desde aquellos seres terrenales que estamos confinados en nuestros espacios privados hasta aquellos iluminados intelectuales, todos los seres privilegiados que en este mundo podemos detenernos en la reflexión filosófica, nos hemos visto en la necesidad de dar respuesta o producir explicaciones sobre las causas, los rasgos y los efectos posibles de la pandemia y el confinamiento. Vivimos a la espera de que alguno de esos saberes producidos sea capaz de permitirnos no sólo saber qué. sino, especialmente, saber cómo.
Este mandato de salir de la duda, mala palabra en este sistema de verdades, de la incertidumbre, de la incerteza, es propio de la misma lógica del mundo capitalista neoliberal que habitamos y de la necesidad de dar y tener respuesta de y para todo, produciendo una sobrevaloración del saber y estigmatizando a la incertidumbre y al sujeto que no sabe. Posiblemente no haya respuestas y la única certeza, al menos por ahora sea la de asumirnos ignorantes y “soportar la fragilidad que implica que no haya garantías”
*Nota de la autora: Este texto es producto de la suma de notas rápidas que he venido tomando en cuadernos, blogs de notas y libretas en el marco de la situación actual y que, seguramente coincide con muchos de los interrogantes que se han planteado los lectores.