Reflexiones en tiempo de pandemia
Dra. Griselda Barale
/Cátedras Pensamiento Filosófico y Estética/
Como todos saben este virus que circula por el mundo nos atrapa en casa y no podemos estar juntos. Reflexionemos sobre esto que nos pasa.
Ya varios filósofos han escrito y opinado acerca de la cuarentena, de las prohibiciones, de las limitaciones de libertades y derechos, de mecanismos de control y muchas cosas más. Algunos son pesimistas, piensan que esto nos llevará a un mundo peor; otros son optimistas y dicen que será mejor después de esta experiencia global.
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Les propongo una tercera alternativa,
recordando palabras de un politólogo argentino
ya desaparecido y también muy amigo, Ernesto Laclau,
que en uno de esos encuentros de mucho charlar
con rica comida y vino, pensando en Argentina
en particular y Latino América en general, nos dijo:
“yo soy un optimista moderado”.
Les propongo una tercera alternativa, recordando palabras de un politólogo argentino ya desaparecido y también muy amigo, Ernesto Laclau, que en uno de esos encuentros de mucho charlar con rica comida y vino, pensando en Argentina en particular y Latino América en general, nos dijo: “yo soy un optimista moderado”.
Eso propongo que tengamos: un optimismo moderado, es decir no dejemos de valorar cosas buenas que tenemos o que pueden resultar de esto:
1) nuestro país tomó medidas muy rápidamente y hasta ahora, parece que está dando resultados positivos;
2) tenemos tradición de una salud pública, dotada de hospitales y centros de atención para todos los argentinos. Que el sistema salud tiene deficiencias, sí es cierto, pero podemos mejorarlos, dotarlos de todo lo necesario para esperar el peor momento si es que aún no ha llegado;
3) seguramente en estos días hemos descubierto que podemos prescindir de muchas cosas y esto nos puede hacer más frugales o, por lo menos, reflexionar acerca de qué necesitamos realmente para estar bien;
4) puede ser que se
fortalezcan lazos solidarios entre las personas de nuestro país y, también, entre los países más ricos y los más pobres;
5) seguramente tomaremos conciencia acerca de lo importante que es la ciencia y la tecnología y que no podemos “nunca más”, como país, desatenderla.
Pero por último, y lo que considero más importante, es que hemos sido capaces -como gobierno y como pueblo – de poner la salud por encima de todo otro interés. Que perderemos cosas, seguro; que nos costará salir adelante, no lo duden, pero cuando nos volvamos a encontrar lo mejor será que ninguno de nosotros falte, que estemos bien para que juntos le pongamos “pecho a lo duro que debemos afrontar”.
Pero dije “optimismo moderado”, porque no hay perder la actitud crítica, que los intereses férreos del neoliberalismo y el capitalismo no los desarma fácilmente un virus; que nunca faltan los que pescan cuando el río está revuelto; tampoco faltan los indiferentes al dolor del prójimo; no hay que olvidar que una enorme proporción de argentinos y argentinas no tienen las condiciones mínimas de vivienda para ese “estar en casa”, que es necesario trabajar para que todos logremos condiciones dignas de vida y que, el próximo virus, si lo hay, nos encuentre mejor que hoy.
Estudiar o enseñar, en todas y cada una de las carreras de la UNT y, en especial las de FFyL, nos debe servir para tener la mente abierta a los cambios; para tener una actitud atenta para no sucumbir ante dogmas, noticias falsas, o falsos profetas del pánico o la desesperanza; para no perder la espontaneidad de los sentimientos, pero no caer en sentimentalismos; en suma, para ejercitarnos en el pensar y escapar de todo facilismo de conciencia.
Y, que en este momento que emprendemos nuevos modos de relacionarnos profesores y alumnos, la premisa que nos aliente sea hacer un esfuerzo para optimizar esta nueva etapa sin sentir que debemos recuperar el tiempo perdido, el
tiempo es irrecuperable; sin caer en mandatos neoliberales como aquellos que pregonan que el hombre por encima de todo lo demás es “un sujeto productor”, que sin producción es menos que nada; que ese sujeto está al servicio de lo económico. Pensemos, en cambio, en un sujeto saludable; imaginemos la economía al servicio de ese sujeto saludable pues todo lo demás vendrá como consecuencia.
Y, en nuestro caso, pensemos que este es tiempo de pandemia no es tiempo académico, que cada “programa” de nuestras materias se cumplirá no cuando podamos abarcar todos los “contenidos”, sino cuando a través de esos contenidos alumnos y profesores reflexionen acerca de lo global y este modo aterrador de experimentarlo; de nuestros propios recursos culturales para afrontar lo global venga como virus, tecnología, ideología o sueños de futuro.
No hagamos de este momento una carrera desenfrenada para “no perder”, aceptemos la pérdida y evaluemos qué estamos ganando.