Mi experiencia de Intercambio en UNICAMP.
Mi primer intercambio como estudiante fue durante el segundo semestre del año pasado (2019), en la Universidade Estadual de Campinas (UNICAMP) en São Paulo, Brasil. Llegué a esta universidad por medio de la beca ESCALA organizada por la Asociación de Universidades del Grupo Montevideo (AUGM).
No conocía esta beca hasta que se abrieron las inscripciones. Tuve que presentar mi CV y una carta de motivación para postular. Cuando me dijeron que había ganado la beca, empezó otra serie de papeles y certificados para presentar (trámites a veces engorrosos) pero que no podían con la emoción de pensar que iba a estudiar por un semestre en un universidad extranjera latinoamericana.
Antes de ir a la Universidad en Campinas, ya tenía decidido dónde iba a vivir gracias a la ayuda de una estudiante salteña que en ese momento estaba terminando su intercambio en Brasil, sus consejos me ayudaron muchísimo!. Las opciones eran vivir sola en una especie de monoambiente (Kitnet), en casas comunitarias y administradas por los estudiantes que viven allí (república, lo más común) o en casas también compartidas pero administradas por el/la dueño/a de casa (pensionato). Yo viví en un pensionato junto con otros 15 estudiantes de grado, posgrado y doctorado. Todos teníamos más o menos la misma edad y éramos de Argentina, Colombia, México, Perú y Brasil. 15 personas viviendo en el lugar que me acostumbré a llamar “mi casa”. Estaba ubicada sólo a 10 minutos caminando de la Universidad, por lo que prácticamente no usaba el servicio de transporte que la misma ofrece.
Soy estudiante de Letras y en UNICAMP cursé tres materias del IEL (Instituto de Estudos da Linguagem) y una en el CEL (Centro de Ensino de Línguas). Cursé Políticas Linguísticas, Neurolinguística, Tópicos Especiais em Literatura Brasileira: Regiões III y Português para Estrangeiros. La adaptación al ritmo de clases y a la vida universitaria fue bastante rápida y cómoda, a las pocas semanas sentí como si estuviese en mi universidad de origen! Los profesores que tuve estuvieron siempre dispuestos a ayudarme con lo que necesite, sus clases eran claras y la propuesta de enseñanza-aprendizaje gustó mucho. Disfrutaba de cada clase. Hasta el día de hoy sigo en contacto con algunos de ellos. Las dinámicas dentro del aula eran parecidas a las que ya estaba acostumbrada, y al usar lenguaje técnico de cada materia, fue fácil seguir las clases sin manejar aún el idioma con fluidez.
Pude armar de a poco mi propia rutina entre los horarios de clase, la vida en la Universidad, deporte y salidas con amigos! La oferta de actividades extracurriculares en UNICAMP es muy amplia, desde eventos deportivos, artísticos, encuentros culturales y tantas otras cosas diferentes a las que estaba acostumbrada en mi Universidad, me anoté para hacer un poco de todo!
Pasábamos mucho tiempo dentro de la Universidad, ya sea en clases, entre clases o haciendo tiempo para llegar temprano al querido “bandejão” o “bandeco”, el comedor universitario principal. El desayuno, el almuerzo y la cena eran en horarios a los que no estaba acostumbrada (la cena, por ejemplo, era desde las 17 hasta las 19.45) pero como toda mi rutina empezó a girar en torno a UNICAMP y sus horarios, no fue difícil adaptarse. Además, era entretenido adivinar cuál menú brasileño tocaba cada día! Platos y combinaciones que nunca me hubiese imaginado. Aprendimos mucho de la cultura de Brasil también desde su gastronomía. Además, era el momento de buscar en la inmensidad del comedor a tu grupo de amigos, sentarte y compartir con ellos cómo iba tu día, que era lo que faltaba y arreglar a qué hora nos veíamos esa noche en “El Posto”, bar universitario en Barão Geraldo.
UNICAMP tiene un grupo especial de voluntarios que se encargan de ayudar a los intercambistas en la adaptación y en el transcurso del semestre, cuando yo estuve allá el grupo se llamaba “Uniinter”, actualmente es “Uniin”. La existencia y ayuda de Uniin fue fundamental para el proceso de adaptación. Desde el momento en que fui aceptada en UNICAMP, me acompañaron con mails informativos, ayuda, consejos sobre los papeles que necesitaba llevar, los que necesitaba traer de vuelta, generaron un grupo de Whatsapp con el resto de los Intercambistas, me sentí bienvenida en UNICAMP sin siquiera haber llegado allí…
Tuvimos gracias a ellos nuestra “semana de adaptación”, donde nos mostraron la Universidad, la vida fuera de ella, programaron actividades para conocernos entre todos los intercambistas, etc.
Desde el primer día hicimos amistades entre todos, se percibía la buena onda y predisposición para charlar y conocerse. La realidad es que todos, de un día para el otro, estábamos fuera de nuestra zona de confort en un país extranjero, entonces la sensación al comienzo era la de ser amigos, sólo que todavía no nos habíamos conocido...
En cuanto al idioma, si bien teníamos clases de portugués, la mayoría del vocabulario y las palabras para expresarme en mi día a día las aprendí con amigos, al conocer la vida de cada uno, y con ganas de aprender cada vez más. El primer mes fue el más difícil para comunicarse en portugués tanto con nativos como con el resto de los intercambistas, pero entre mímicas, interpretaciones y traducciones logramos relacionarnos. Nos conocíamos cada vez más entre todos, nuestros horarios, nuestros gustos, lo que indefectiblemente llevó a que también se formen grupos más pequeños , era muy difícil hacer actividades para grupos tan grandes. De igual manera éramos bastantes, por lo que siempre había disponibilidad y ganas para ir a un bar, hacer un “churrasco” o ir a casa a ver películas.
Luego del cursado de las materias y el fin del ciclo lectivo, decidimos viajar a fin de año por otras partes de Brasil para conocer lo más que podamos. Armamos un viaje con mi grupo de amigos de todo el semestre, éramos unas 15 personas de más de 7 nacionalidades en Brasil dispuestos a aprovecharlo al máximo. Vimos y vivimos en el Nordeste Brasileño otra cara de ese país, otras personas y rutinas diferentes a las vistas en São Paulo. Todo nuestro semestre académico sumado a esta instancia de viaje nos abrió la cabeza y nos mostró mucho de lo que desconocíamos sobre Brasil y sobre nosotros. Un viaje con amigos inolvidable. Las personas y los lugares fueron uno mejor que el otro, conocimos otras culturas y maneras de ver el mundo (no sólo de Brasil, sino también de mis amigos).
Ya próximos a las despedidas y vueltas a nuestros países de origen, entre llantos de alegría y tristeza, todos hablamos de lo difícil que es transmitir una experiencia de intercambio al resto. Era como si tuviésemos que contar un dia de nuestra vida cotidiana con lujo de detalle a alguien ajeno a esa cotidianeidad, con detalles que incluso no contemplamos ya que para nosotros eran “normales” (donde vivíamos, dónde y qué comíamos, dónde quedaba UNICAMP, etc). Creo que no poder traducir en palabras exactas la totalidad de mi intercambio es positivo, envuelve tanto a nivel académico, personal, social… Quedamos de acuerdo (entre brasileños e intercambistas) que al finalizar un intercambio la persona que lo experimentó no vuelve a su país, sino que llega de nuevo. Las experiencias vividas (desde las más banales hasta las más complejas) tienen un impacto en nosotros, nos permiten desafiarnos y colocarnos fuera de nuestra zona de confort. Tantas personas que hace unos meses no conocía son hoy una parte fundamental de mi día a día. Tantas historias y vidas que casualmente tienen la oportunidad de cruzarse por unos meses y conocerse.
Después de haberlo vivido, recomiendo hoy y siempre vivir una experiencia de intercambio. Ahora, entre intentar enumerar las razones específicas por las cuales es recomendable o, decir que, aún después de meses, no consigo poner en palabras tantas emociones y experiencias, no puedo dejar de reírme o de llora con anécdotas, no puedo creer lo mucho que disfruté… Prefiero simplemente recomendar siempre que lo hagan, que asuman la aventura del intercambio como un desafío porque estoy segura que va a superar todas las expectativas que desde nuestros lugares podemos generar. Porque seguramente a la vuelta traés mucho más de lo que creés, mucho más que una valija, cuando llegues de nuevo.
Lucía María Terán