Organizado por el Departamento de Trabajo Social y la Cátedra de Trabajo Social y Antropología Social y Cultural, el 3 de octubre se desarrolló el Conversatorio “Sobre los orígenes del terrorismo de Estado. El Operativo Independencia (Tucumán, 1975-1977)” con una activa participación de estudiantes, docentes e investigadores, activistas de los derechos humanos, operadores judiciales y público en general.
El Dr. Santiago Garaño, Investigador Asistente del CONICET y Profesor de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, reflexionó sobre las formas de represión política y social que se desplegaron en el “teatro de operaciones” del Operativo Independencia, y destacó que el mismo fue la puesta en escena de una guerra que ocultó que, tras bambalinas, se estaba implementando un sistema nacional de desaparición forzada de personas. El disertante sostuvo que esa modalidad represiva ensayada en el sur tucumano, luego del 24 de marzo de 1976, se extendió al resto del país. También afirmó que en ese territorio se fundó un estado de excepción, es decir, un espacio donde se suspendieron todas las garantías constitucionales.
Esta pérdida de garantías permitía que “todo fuera posible allí y que no hubiera ninguna protección jurídica respecto a la población civil”. Para dar cuenta de esto mencionó testimonios recogidos en el marco de su trabajo de campo sobre la experiencia de conscripción durante el Operativo Independencia. Un familiar de un soldado desaparecido le manifestó haberse enterado de que a los soldados que morían en el sur de la provincia “los tiraban en la misma bolsa” que a los supuestos guerrilleros. Otros testimonios, de ex conscriptos, mencionaban los golpes, maltratos y castigos discrecionales que recibían de sus superiores, dando cuenta de que los “trataban igual que a quienes eran acusados de “terroristas””.
Teniendo en cuenta estos testimonios, Garaño propuso reflexionar acerca del parentesco entre las formas de violencia que recibían los soldados que estaban “bajo bandera” y toda persona acusada por el personal militar de colaborar con organizaciones de izquierda. Sostuvo que, en función de la implantación de un estado de excepción, de una ‘cultura del terror’ y de un clima de sospecha, soldados y opositores políticos fueron considerados vidas que no valían la pena preservar, en términos de Agamben: “seres matables”. Por otra parte, opuso a esas muertes negadas, la inauguración de cuatro pueblos en el pedemonte con nombre de personal militar “caído” entre 1976 y 1977.
Para finalizar, concluyó que el poder militar hizo una gran puesta con una escena final del Operativo Independencia en la que, mientras exaltaba la figura de aquellos militares, ocultaba la desaparición forzada de miles de tucumanos.